domingo, 23 de enero de 2011

Errar es humano, perdonar es divino...

No podía equivocarse en el amor.
Hace tiempo ya,  había descubierto que los dioses no le darían respiro. Si daba un paso en falso, hacía un gesto incorrecto, decía aquellas palabras de más o pecaba de escueta y decías esas de menos, los dioses la castigarían arrebatándole a su amado para siempre.
La primera vez que le pasó, pensó, ¿quién no comete errores? En esa oportunidad pagó su condena pensando que la próxima vez sería distinto y alguien sería más paciente con sus fallas mortales. Luego al ver que caía una y otra vez en torpes movidas de ajedrez que la dejaban casi al instante fuera del tablero, entendió que ella no tendría más que un juego permitido con cada jugador.

Los dioses ya se habían decidido: para ella la primera tirada era la definitiva.

Ella les explicaba en medio de súplicas y papel higiénico Scott, que era una simple mortal. Sólo pedía que le concedieran una chance más como a tantos otros mortales a los que ella misma había pescado haciendo cosas horrendas y aún así tenían su segunda, inclusive su tercera oportunidad intacta.
Pero por más ejemplos que diera, explicaciones que proporcionara, perdones que pidiera, ellos eran dioses y no eran flexibles! La única oportunidad que ella tendría sólo sería su próximo amor. Y más vale que esta vez no lo arruinara!