sábado, 11 de septiembre de 2010

Vouyerismo literario

Ayer disfruté de un cafecito en Starbucks leyendo mi novela. Elegir deliberadamente un lugar publico para leer es una costumbre que tomé hace poco al descubrir que es mi forma preferida de hacerlo. Al parecer a mí me gusta leer acompañada.
Definitivamente la lectura no requiere para nada la presencia de terceros, incluso puede entorpecerla. Sin embargo, para mí, estos anónimos circunstanciales enriquecen mi lectura de una manera inexplicable. Es como si ellos formaran sin querer parte del argumento.
Y lo hacen.
De a ratos levanto la mirada y contemplo la charla entre esos que están a la izquierda o doy vuelta la cabeza, y recaigo en el silencio de los otros dos acomodados cerca de la ventana. Puedo pasar largo rato estudiando su gestos, intuyendo sus mundos, el vínculo que los une, el futuro que les espera, un posible final. Para volver unos segundos más tardes al mundo que armó algún otro para mí…. ..Y así paso, de una historia a la otra, entretenida entre cuentos, cafeína y budincitos de banana.
Me encanta particularmente cuando algún fragmento me causa gracia. Reírme en frente de estos desconocidos que atestiguan mi complicidad con la historia y que ignoran, quizás, que se trate de aquel cuento que ellos mismos protagonizan para mí, torna toda la situación extrañamente estimulante.
Así puedo pasar mi tarde, con hojas que pierden sus bordes, páginas que se ensancha, parejas que reconcilio por un rato, asesinatos indescifrables, amigos que peleo, pistas que se entrecruzan… Un nuevo y simple ritual, con aroma de placer.

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