viernes, 4 de diciembre de 2009

Para todo lo demás existe Master Card..

¿Acaso siento algo que se asemeja a la angustia?
¿Es posible que sienta un nudo en la garganta cuando piense que voy a extrañar tu buen día por las mañanas y a esas rodajitas de biscochuelo de limón que manoteo rápidamente como excusa de desayuno?
¿Puede ser que sufra por anticipado que ya no estés ahí para traerme amablemente la comida y me dejes cenar en frente de la tele cuando claramente soy la única que lo hace?
¿Podría nublarme de emoción al encontrarlos tan dispuestos a complacerme cuando pido algo?
¿Sería loco pensar que voy a añorar ese olor a toalla fresquiiiita de producto que no se vende en cualquier supermercado del ramo? Y esos jaboncitos que podrían ser de casa de juguetes...
Creo no haber soñado cuando aparecen imágenes de mi ropa abollada por la mañana, y la misma perfectamente dobladita sobre mi cama por la tarde. Sobre una cama que por cierto podría ganar un premio en el concurso de tendido de sábanas.
Siento que podría llorar pensando en todos y cada uno de ustedes, que cuando ni siquiera podía a hablar, me traían la comidita a la cama.
Y en todo este tiempo, nunca, pero nunca se escapó de sus bocas un vientito de cansancio, o esa frase que pareciera codificarse sólo en el ADN de las que son madres: "¿ te creés que esto es un hotel"?
Y ahí, en ese mismo instante que empieza a vislumbrarse el fin. Ahí nomás, donde la paz y el confort parecen converger en el mostrador de entrada, me entregás la cuenta y ya no puedo conterme más. Lloro desconsoladamente.

Dedicado a la super amable atención de todos los que trabajan en el Hotel Nutibara. Si alguna vez desean ser adoptados, llámenme por favor!

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